Gestión forestal sostenible: el mejor cortafuegos tras el verano más extremo
07 / 10 / 2025
El verano de 2025 ha dejado una lección clara en la Península Ibérica: sin bosques gestionados no habrá resiliencia frente a los eventos climáticos extremos. España registró su verano más caluroso de la serie, con 36 días de olas de calor y picos por encima de 45 °C; ese calor y la sequía dispararon la virulencia de los incendios, convirtiendo 2025 en la peor temporada en tres décadas.
Para finales de agosto ardieron más de 390.000 hectáreas y, solo en Galicia, agosto devastó unas 120.000 hectáreas y el 10 % de la Red Natura 2000 gallega, un daño sin precedentes. La comunidad científica ya confirma que las condiciones de “tiempo de fuego” extremas en España y Portugal son hoy mucho más probables por el cambio climático.
Portugal ha sufrido igualmente un verano negro con alrededor de 270.000 hectáreas quemadas en lo que va de año y padeció además el mayor incendio de su historia este verano, con 64.451 hectáreas calcinadas en un solo siniestro. En conjunto, España y Portugal concentraron alrededor de dos tercios del área quemada de toda la UE este año. Ante este escenario, fomentar e incentivar la gestión forestal sostenible (GFS) ya no es opcional: es una política de adaptación y seguridad. Los hechos acontecidos este verano han demostrado que debe invertirse en prevención durante todo el año, y no sólo en extinción en el periodo estival. Debemos tratar de conseguir a través de la selvicultura activa y preventiva, (desbroces, podas y claras principalmente), estructuras de bosques más resilientes, que dificulten el avance del fuego en caso de incendios y en los que se puedan acometer trabajos de extinción efectivos.
En las regiones de la USSE —Portugal, Galicia, Navarra, País Vasco y Nueva Aquitania— los bosques se asientan en orografías complejas, suelos pobres y climas templados con sequías estivales, incendios, plagas y enfermedades; riesgos que el cambio climático intensifica. Además, la propiedad está mayoritariamente en manos privadas y muy fragmentada (minifundio, con medias de 0,5–5 ha), lo que dificulta y encarece la gestión activa. Estas condiciones hacen imprescindible apoyar económicamente y de forma estable a quienes cuidan el monte. Nuestros bosques y sus productos requieren selvicultura activa anual y financiación: no basta con plantar, hay que gestionar. Son masas que proveen madera y corcho de km 0, reducen emisiones por sustitución de materiales fósiles, almacenan carbono durante décadas en productos de madera y generan y sostienen empleo rural y servicios ecosistémicos.
Como USSE, consideramos que para transformar la emergencia en resiliencia es necesario:
1. Un marco estable de incentivos a la GFS, con planes anuales de ayudas y fomento forestal, con pagos efectivos por servicios ecosistémicos (prevención de incendios, fijación de carbono, agua, biodiversidad) y fiscalidad adecuada para pequeñas explotaciones, priorizando la gestión agrupada y planes de gestión activos.
2. Financiación plurianual para prevención (más allá de campañas estivales): Diversificación de especies, mosaicos agroforestales, recuperación de pastos y redes de discontinuidades en el paisaje; apoyo a quemas prescritas y silvopastoreo como herramientas técnicas.
3. Refuerzo de la agrupación de propietarios (cooperativas, asociaciones, consorcios) para superar el minifundio, abaratar operaciones y profesionalizar la gestión con asesoramiento técnico.
4. Mercados de carbono para bosques y productos madereros, que remuneren la gestión activa y el almacenamiento de carbono en madera, evitando que el sector forestal compense emisiones de otros sectores sin ninguna contraprestación.
5. Movilización sostenible de madera local en construcción y bioeconomía (química verde, fibras, biomateriales), favoreciendo cadenas cortas y compra pública verde.
6. Más ciencia y datos abiertos (Copernicus, EFFIS, inventarios) y formación para propietarios y cuadrillas, integrando alerta temprana y planes de autoprotección en el interfaz urbano-forestal.
Este verano nos ha mostrado lo que está en juego: vidas, pueblos, suelos, agua y economías rurales. La gestión forestal sostenible, llevada a cabo por propietarios organizados y apoyada por políticas públicas inteligentes, es el cortafuegos más eficaz frente a los incendios extremos y la llave para un territorio vivo, bajo una bioeconomía circular que reduzca riesgos y cree oportunidades. Actuar ahora significa invertir menos en extinción mañana y mucho más en resiliencia desde hoy.
Unión de Selvicultores del Sur de Europa-USSE
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